Había una vez un veterinario que se encontraba en el largo y sinuoso camino de la exploración de las terapias alternativas y alguien le había comentado que había utilizado especialmente una, para adormecer los sentidos de los perros malos, para poder dominarlos. Quien sabe cómo lo dijo o cómo debería haberlo hecho para no terminar de la manera en que lo hizo. Tal vez no fue con la convicción con que se debe o la técnica no fue la correcta. Quizá no pronunció las palabras con la certeza de su significado o lo hizo como repitiendo frases en un idioma que no se conoce, sin saber la exacta traducción.

El libro de los hechizos, también llamado el Necronomicón o el libro de los 50 nombres de Marduk, es una pormenorizada enumeración y desarrollo de los diferentes conjuros de la ciencia mágica de la antigua Babilonia, para conseguir lo que uno quiere, para todas las finalidades: para atraer duendes bienhechores y espíritus familiares, para encontrar tesoros escondidos, incluso con fines sanitarios, para evitar enfermedades por venir o curar las que ya nos afectan.
Según se relata fue una verdadera revelación cuando fue descubierto desenterrado de las ruinas de la ciudad asiria.

Una señora que estaba en todas esas cosas y a falta del libro de Marduk, pero con el mismo convencimiento de su poder sobre la realidad, había aplicado un conjuro similar en una ocasión, porque había aprendido en un curso especial esa técnica para amansar a los perros difíciles.
Así que, como ella le enseñara, el veterinario hizo una especie de espiral de cinco vueltas que cruzó con una recta en el aire y dijo la frase mágica:
"Cho-cu-lay",que quiere decir "interruptor de la energía", según le dijo su maestra, y metió decidido las manos en la jaula.

Le quedó un tatuaje hecho con líneas rojas curvas de sangre recorriendo la mitad de su antebrazo izquierdo y una marca profunda como el molde del dentista en el derecho. Todo rayado y marcado con uñas y dientes, porque el perrito no sabía nada de Cho-cu-lay, ni de espirales, ni de calmarse, por más que se le explicó que todo estaba bien y que no había porqué asustarse.
Y ese fue el día que se prometió a si mismo, dejarse de bobadas de libros de autoayuda, de terapias alternativas y de no pagar un peso más por los cursos de maestro avanzado de holística animal personalizada y esas cuestiones, que esas cosas no funcionan con los perros y los gatos. Los pobres no saben nada del poder de la mente.

Pablo Butler

Hay otra gente que prueba con cosas peores: vea aquí.

Otro ejemplo en éste sitio.

Algunos encuentran en el siguiente versículo la justificación del delirio: "Bebe el agua de tu cisterna y los raudales de tu pozo."  Proverbios 5,15



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